Yo la amaba, la amaba con locura, con fidelidad, con el desasosiego de las olas cuando se estrellan en las rocas al atardecer mientras llueve y el corazón paseaba de la mano junto a sus ojos, corriendo desesperado en la búsqueda de sus sonrisas... en esa playa donde vararon nuestros sueños, y el mar de buenas intenciones se deshacía contra el invierno...

Yo la amaba, la amaba debajo del silencio, sobre las palabras, situada de lado a los inconvenientes, haciendo vista gorda a cada destello de desastre, intentando creer siempre en algo mejor... la amaba, la amaba tanto como para volver optimista mi mundo lleno siempre de detalles grises y melancólicos como mi poesía... hasta que la amé...

Yo la amaba, la amaba con detalles, con sonrisas, con miradas perdidas, otras presas de mis ojos circunscritos al arte infinito de pensar en su silueta... la amaba, con destreza para ensimismarla entre mi piel, entre el amor que se caía a goterones bajo las noches infinitas del deseo... la amaba, con una pasión irrefrenable, con delirio de placeres que no conoce nadie excepto ella junto a mi... donde la piel no limita, la ontología se deshacía...

Yo la amaba tanto como para romper filosofías, para hacer de la cuántica mi única certeza, para devolverle la forma a la fe que tenía oxidada debajo de una máscara de axiomas infalibles basados en la nada... yo la amaba, la amaba como para romper en llanto a la hora de dormir y saberla lejos de mis manos... yo la amaba, la amaba con toda la nostalgia de un último beso, que comenzó a reptirse una vez y cada vez... yo la amaba, con el sabor del deseo mientras sus manos rozaban mi rostro para una despedida... yo la amaba con una llama de silencio con palabras sangrantes bajo mis ojos que no existían... la amaba con los restos de mis abandonos anteriores, mi desesperanza y mi fe repactada cocidas a una estrella de sol... la amaba con cada ínfimo rincón de mi locura, mi poesía y mis dialógicas constantes con la realidad inmediata inevitable...

yo la amaba... y sí, aún la amo...