martes, 22 de enero de 2008

Vueltas y vueltas...


Ella es fuerte, no hay nada que la derribe, nada que la minorice, nada, absolutamente nada que haga que ella muestre algún destello de debilidad frente a quienes le han intentado hacer daño. Pero un día se encontró de pronto, con una niña llena de miedos y llena de debilidades que se dejó acercar a la rudeza de su fija mirada hacia el frente. Todo por ese momento que comenzó de pronto y sin ningún aviso previo.

- ¿Acompáñame al café un momento? Es que necesita hablar conmigo – Me dijo luego de saludarme esa tarde.

- Claro… -

Estábamos sentadas allí y su novia amablemente nos saluda y luego de ir a saludar largamente a su abuela en una mesa contigua regresa y con seriedad le pidió a ella que salieran a hablar a solas.

- ¡Ups! Esto no se ve bien – Una de las niñas que estaba en el café miró con rostro preocupado mientras ellas salían a instalarse en algún rincón del mall

- ¿Por qué? – Pregunté preocupada

- ¿Y ésta ya va a terminar? – De pronto otra de sus amigas llega al café y mi rostro se puso pálido

- Tú sabes cómo es, está cansada de todo, lo más probable es que mande todo a la mierda – Escuché mientras en mi mente solo daba vueltas la imagen de mi niña, de esa niña a la que tanto cariño le había tomado en tan solo unas semanas.

Me puse a pensar en todo aquello que las personas hacían, en que quizás ella se quedaría soltera y que yo no sabía qué decir. Era uno de esos momentos donde te preguntas qué es eso que hace a las personas tan extrañas y detestables de cierto modo, me perdí en eso mientras las amigas de su novia seguían hablando de trivialidades.

- Vamos - la vi tomar sus gafas, el rostro vacío, los ojos al piso y obedecí en un segundo. Me despedí de todas incluyendo a la novia.

- Hablamos a la noche, te quiero – Me dijo con cara de que todo se había puesto feo y salí detrás de ella que caminaba apresurada a salir lejos.

- ¿Qué pasó? – le pregunté

- Terminamos, es hétero ahora – me dijo y se dejó lanzar a la escalera.

Yo detrás de ella un escalón más arriba, sólo reaccioné a abrazarla y el abrazo duró medio segundo porque de inmediato enrojecí y comencé a temblar, le dije que todo estaría bien, que las cosas se arreglarían y la oí decir que no quería arreglar nada, que ya estaba cansada, que ya había sido suficiente, que no podía más con ella, que dio todo lo que podía y no bastó. Me sentí tan triste, cuando la conocí sus ojos brillaban de la ilusión de volver a intentarlo con ella, de las ganas de hacerla feliz y de la noche a la mañana… Simplemente ni siquiera pensaba en algo coherente, solo intenté contener las palabras que siguió diciendo mientras nos dirigíamos a la plaza a fumar y a mirar a las palomas.

Llegó la noche, terminamos en otra plaza, esperando a su hermana, luego de habernos bebido una cerveza en el mismo pub donde su “ex novia” nos había presentado, para que dejáramos de pelear, pero eso es otra historia, llegó la hora de irme, me subí al colectivo y llegué a mi casa. Al rato estaba ella conectada.

- Tengo pena – leí en su ventana. Mientras yo hablaba con mi novia en otra ventana (porque yo tenía novia desde hace una semana) y me dejó de importar todo cuando conectó la cámara.

- Mi niña, pero tranquilita, no estés triste si ya va a pasar – no sabía que más decir y de pronto la vi, sus ojos llenos de lágrimas, su mirada escondida, era una niña pequeña desprotegida y llena de mil cosas.

- No me dejes nunca ¿ya? – escribió

- No mi niña, yo nunca te voy a dejar sola – Respondí de inmediato y mis ganas de salir corriendo a abrazarla, a decirle que nadie jamás le haría daño, que quería hacerla la mujer más feliz del mundo, salieron otra vez a la vista de mis acciones y recordé lo que pasó esa misma tarde en la plaza.

- Quiero que el amor de mi vida pase por enfrente – Dijo entre risas mientras yo le sacaba un millón de fotos, para alegrarnos la tarde que se había arruinado y de pronto, me dieron unas ganas de salir a cruzarme delante de ella, de decirle que no la quería como ella creía, pero mi novia, mi novia… ¡Por Dios! Me puse a pololear el día que la conocí porque conocí a la niña más linda del mundo, más simpática y con quien más me había reído jamás y creí que nunca se fijaría en mí y por lo demás, ¿cómo te puedes imaginar con la novia de tu amiga apenas te la presenta? Lo borré de inmediato de mi mente y me quedé con la seguridad y con la historia que estaba casi armada antes de que ella apareciera. No soportaría dañarle la vida a nadie, eso es lo que pensaba cuando la conocí aunque lo vine a descubrir ahora, cuatro meses después.

- ¿Sabes qué más? – Volví a concentrarme en la pantalla

- Mañana pasarás la tarde conmigo, almorzarás conmigo, me acompañas al matrimonio de unas amigas y luego vamos un rato a la fonda de mi Universidad, nada de que estés triste, ahora yo te voy a cuidar –

Llegó la tarde siguiente, almorzamos, fuimos al matrimonio y su mano se entrelazó a la mía, mi nerviosismo era evidente y me deshice en explicaciones con mis amigas y luego con mis compañeros de Universidad. Nos aburrimos en la fonda y terminamos bebiendo en algún rincón lejano de la ciudad. Y el alcohol que suelta la lengua, que te hace decir lo que siempre estás pensando comenzó a dejar estragos dentro de ese automóvil.

- ¡Dime algo, o aquí va a quedar el desastre! - Me gritó luego de un silencio desesperante entre mis ganas de besarla y sus ojos infinitos.

- ¡No sé qué decirte!... Me mordió un perro, cuando tenía tres años… me quemé con una plancha cuando tenía cinco… jugaba básquetbol en el colegio... ¡No sé que más decirte! – Le grité de regreso.

- Tómate la chela – Su tono sonaba a una orden

- No, porque me voy a curar y tengo que conducir hasta mi casa –

- No importa, tómatela y nos vamos de aquí antes de que nos arrepintamos, yo te voy a dejar –

- No… porque me voy a curar y no puedo llegar así a mi casa – Le dije y continué fumando un cigarrillo y bebiendo con calma. Dejamos la cerveza a la misma distancia de las dos para no tener que acercarnos a cogerla.

- Este asiento que no se sube – Dijo intentando volver el asiento del conductor a su lugar, para no seguir recostada.

- Te ayudo… - Le dije desconfiada, sabíamos que un centímetro más y yo terminaría siendo infiel. Le di la espalda mientras logré mover la palanquita y cuando volteé el rostro me quedé frente a ella, con su respiración a mi lado, con sus ojos que me llamaban hace tanto tiempo y de pronto me quedé perdida entre sus labios que me encantaron desde que la vi la primera vez tantos meses atrás, y nos mirábamos con odio en algún antro de la ciudad.

Esa noche llegué a mi casa y no sabía qué hacer, sin controlarlo, quedamos con vernos al siguiente día, en el cual terminé mi relación sin consultarle a nadie más que a mi corazón, mi conciencia y mi necesidad de gritarle que la quería a mi lado.

Días después era mi novia, un mes después… mi mujer… actualmente mi felicidad ¿Y más adelante? La eternidad de sus miradas y los amaneceres entre nuestras sábanas.

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